martes, 29 de julio de 2014

ACTIVISMO GRIS: AUTOCRÍTICA DE UN COCINERO INSUMISO.

"MEXICANOS AL GRITO DE GUERRA CANTAMOS, PERO A LA MONTAÑA NI LOCOS NOS VAMOS" - LILLA DOWNS.

Efectivamente, lo fácil es seguir como vamos. Lo difícil es decidirse a desaprender de una vez por todas lo que el Establishment nos ha inculcado para convertirnos en lo que hoy somos como colectivo: sirvientes.


Esta es la segunda vez que publico un texto de Pancho Ibañez. En el nos dice a la cara que...


Mejor lealo Usted mismo. Pero no se lo cuente a Elsie.


El México activista es (somos) gris, mediático y deslucido, más bien demasiado lucido. 

Somos un puñado de activados desnudos y descalzos y de activistas que a la voz de “la izquierda bien vestida jamás será vencida” realizan maroma y teatro con el único fin de ser considerados buen pedo y contra culturales. Visten y calzan de “buena marca” o ¿Visten y calzan en protesta por los madrazos que la vida les ha dado (tratados con el culo) que armaron lo que traen encima? 

Defendemos lo popular y lo local sin ser parte en ello y de ello. Vamos tras un “mexicanismo” ya perdido, tenemos vicios de 1er mundo y carencias tercermundistas. Copiamos patrones de manera bestial y hay ausencia total de propuesta e identidad. La diversidad cultural no necesita ser rescatada, debe ser inculcada, estamos huecos y recibimos información inservible, somos consecuencia de nuestra pendejez. Nuestra cocina no se salva y al decir Cocina Popular Mexicana sentimos verguenza. ¿A qué podríamos atribuírselo? 


Si en la casa, el pueblo se come Maruchan, hamburguesa, pizza, hoy dog, spaghettis. Ya no hay mesas -o son las menos- con chileatole, mole de olla, huauzontles, desmole, hilacas, piques, si los puestos de banqueta han cambiado la garnacha, el panucho, el molote, el sope por el chicken bake, el spring roll, el dumpling, de esta manera no aporta, al contrario, disminuye (nuestra cocina popular). 


Y la enorme y desgarradora ignorancia, la falta de conocimiento sobre productos e ingredientes propios, para qué y por qué maravillarse con técnicas importadas sin saber usar un metate, un molcajete, el tapestle, para qué jugar con hojas del bosque escandinavo si no se sabe utilizar el chinchayote. Sin argumentos, conocimiento y formación no vamos a lograr nada. 


¿Qué vamos a hacer? 


¿Y nuestras intentonas subversivas de qué se nutren? ¿Cómo educamos? ¿De donde sacamos las cocinas itinerantes que le remachen la popularidad a nuestros tan mal logrados alimentos? ¿A cuantos les he dado en la mano la chaya, el cuaguayote, el tempesquite, el jinicuil y les he dicho “esto es y así se come”? a cuantos he invitado a comer una chalaguaca y les he contado de donde viene? ¿Quienes saben que la rebelión de los los huastecos (verdaderos aficionados al mezcal no como los pu_itos de ahora) dio origén a un tamal? ¿Quién nos educa? ¿Quién nos guía? ¿Quién prefiere un puñado de acocilles en lugar de un california roll? ¿Cuantos se han comido una concha de manteca de cerdo y azúcar morena (como debe hacerse)? 


¿Las cosas para quién las puede pagar o para quién las merece?


¡ Volviendo a la vieja escuela y rearmandola!


¿Para todos todo o por todos todo? ¿Cuando vamos a caminar 10 horas para ir a un fogón olvidado y enseñarle cómo comer bien con lo que tiene? ¿Mi lucha por los que quiero o por los que puedo? ¿Mis palabras para mi muro de Feisbuc o para mi conciencia? ¿Lo que digo, para olvidarse o para tomarse en cuenta?


PANCHO IBAÑEZ, cocinero mexicano.












jueves, 10 de julio de 2014

YO HAGO COCINA DE IZQUIERDAS.

O de cómo ha llegado el momento de organizarse y crear Movimientos de Autodefensa Gastronómica. 

Llevo desde 2008 con la misma retahíla. Dale que dale. Erre que erre.  

Sin embargo son cada vez más las personas que me agreden personalmente por un discurso que yo no invente, pues yo no soy autor de nada, si acaso un suave eco de los gritos que en mi cabeza resuenan cuando ciero los ojos para ver mejor lo que en este desgraciado mundo nos sucede por cobardes, por pusilánimes, cortesanos y borregos de un orden impuesto por los lobbies de poder al servicio del Establishment gastronómico global, que en México tiene más acólitos que los Mercenarios de Critsto, aunque desafortunadamente menos que los que tiene el Santo Malverde.

Aún así y muy de vez en cuando me encuentro con unos pocos valientes que igual que yo levantan la voz para mostrarse insumisos para ejercer por todos los demás, su derecho a ser objetores de conciencia cual mecanismos de autodefensa, ante las amenazas y extorsiones encubiertas que recibimos todos los días a nuestra condición de legítimos dueños de nuestra alimentación, nuestra cocina y nuestra gastronomía. 

Aquí les dejo una prueba de ello. Léalo con calma y sepa, si algo dentro de Ustedes se movió, que no estamos solos. Que somos muchos y que estamos ganando la batalla silenciosa por recuperar lo que nos fue arrebatado y que ahora nos revenden, procesado y transformado en forma de una cultura homogénea, insípida y envasada al vacío con su conveniente código de barras 'tecno emocional' en los restaurantes de destino, de autor y de vanguardia alineados con el orden establecido al amparo de las multinacionales que le ponen patente a la vida para hacerla suya a costa de nosotros los que les seguimos llenando los bolsillos cada vez que miramos nuestro reflejo en el espejo de nuestra realidad y miramos para otro lado porque no queremos reconocernos y aceptar que ese moreno en el espejo humeante de nuestra identidad mexicana, y que ha nacido envuelto en hojas de maíz es uno mismo, es todos nosotros. 

Actuemos en consecuencia con nuestra realidad. Somos cocinantes al servicio de nuestros semejantes y no de las burguesías serviles al Neoesnobismo puberto al que le encargamos la misión de guiarnos y que sólo se sirve a sí mismo. Y con cuchara de plata.


COCINA 'SLOW' PARA LLEGAR LEJOS

Publicado en el blog "Se cuecen habas" del Diario Publico en Mayo de 2013 por Esther Vivas.

Al defender otro modelo de agricultura y alimentación, pensamos siempre en el papel clave de quienes trabajan la tierra y de quienes consumimos, pero olvidamos que en esta cadena, cada día más larga, que va del campo al plato se encuentran, también, otros actores que juegan un rol importante a la hora de apostar por unas prácticas de producción, distribución y consumo más justas. Cocineras y cocineros al frente de fogones y restaurantes varios tienen mucho que decir sobre qué cocinan y qué comemos.

El movimiento Slow Food les ha puesto nombre: Slow Food Km0. Y bajo esta “etiqueta” se agrupan cocineras y cocineros comprometidos con una agricultura local, ecológica campesina y de temporada. Como ellos mismos afirman, apuestan por alimentos “buenos, limpios y justos”, o lo que es lo mismo comida de calidad, sin transgénicos y que defiende un mundo rural vivo. De este modo, en dichos restaurantes encontramos productos adquiridos a agricultores locales, con los que se establece una relación directa y de confianza, variedades antiguas y en riesgo de desaparición, alimentos elaborados a no más de 100km a la redonda, pescado de captura sostenible, etc.

Hace algunos días se entregaron, en Catalunya, las placas que acreditan a los restaurantes Slow Food Km0 de Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona. Chefs comprometidos con aquello que cocinan, en general de restaurantes pequeños repartidos por el territorio, pero, también, algunos en la ciudad de Barcelona, recogieron los galardones de las manos del campesino Josep Pàmies y del cocinero Joan Roca, que esta semana ha sido noticia porque su restaurante, El Celler de Can Roca, se ha convertido en el número uno a nivel mundial. Agricultores locales acompañaron, con una exhibición de sus productos, la ceremonia. Campo y cocina unidos, como no podía ser de otra manera, por una alimentación al servicio de las personas.

Se trata de apostar por la justicia social y ecológica no sólo en en nuestras cocinas sino en todas las cocinas. Y llevar los principios de la soberanía alimentaria más allá de la producción y el consumo, siendo la gastronomía un frente más de la batalla contra un modelo de agricultura industrial, transgénica, intensiva, kilométrica, sin campesinos, “petrodependiente”, homogénea, y que nos enferma. Como dice la directora del restaurante Km0 Espai Tomata, Neus Monllor, necesitamos de una “cocina comprometida” con “nuestro entorno, con quien tenemos más cerca, con los ciclos naturales, con las condiciones dignas de trabajo y con la calidad de lo que llega a la mesa”.

Hay que apostar por una cocina “slow” buena y accesible para todos, no sólo para aquellos que se lo puedan permitir. Por este motivo, es primordial trabajar para cambiar las políticas públicas que supeditan la alimentación a los intereses de un puñado de empresas del agribusiness. Y llevar los alimentos “buenos, limpios y justos” a comedores escolares y a quienes más lo necesitan. Una cocina “slow” que defienda, sin caer en chovinismos, los productos locales aquí y en cualquier parte del mundo y los derechos de aquellos que trabajan la tierra, ya sean autóctonos o vengan de fuera.

Cuando emergió el movimiento del 15M, allá en un cercano lejano 2011, se decía: “Vamos lentos porque vamos lejos”. 

Tomo prestada dicha consigna, con una pequeña modificación: Cocina “slow” para llegar lejos.